viernes, 30 de marzo de 2007

Ilusión artificial


Parece que el único día que me siento capaz de escribir algo medianamente digno sea el viernes. Resulta que hoy es viernes, y después de una semana larguísima, vuelvo a encontrarme conmigo mismo en el salón de mi casa, Emma García me vigila, y Beyoncé me da gritos por los cascos. Creo que voy a pasar esta canción.

Vuelvo a Galicia en unas horas y no siento nada. Debería estar ilusionado, pero no siento nada. Y eso me preocupa. Allí tengo a mis amigos, a un novio que sí sabe que es mi novio (tengo muchos que no saben que lo son, pero eso es otra historia), a mi familia. Las personas se alegran de ver a la gente que quieren. Supongo que cuando llegue también me alegraré, pero ahora sólo pienso en la vagancia que me da ir al gimnasio.

El encefalograma de mis ilusiones está atravesando grandes valles que con el paso del tiempo se están convirtiendo en llanuras. Y cuando se vuelve plano la gente se muere.

Quizá con otra cerveza vuelva a sentir algo. Cada año que pasa las compro en packs más grandes. En unos meses tendré que ir al Makro para aprovisionarme bien de dosis de treintaytrés centilitros de ilusión artificial.

viernes, 16 de marzo de 2007

Punto de partida

Enésimo intento de contar y contarme mis cosas, de entenderlas y asumirlas. Como tantos otros intentos de tantas cosas que quedaron a medias, desde tocar la guitarra hasta hacer calceta, y lo único que conseguí fue agobiar a mis amigos con canciones de Silvio y bufandas.

(...me abro mi segunda cerveza de esta tarde...)

En la tele sale una señora que se quedó embarazada de Jaime Ostos, que es un torero muy feo. Es un poco patético, pero me hace compañía (la tele, no Jaime Ostos). Yo soy un poco como las señoras que te encuentras en la carnicería el sábado por la mañana, titulo mi entrada como una canción de Rocío Jurado, y lo peor (o lo mejor) es que no me importa nada reconocerlo, es más, me gusta. Hubo una época en que quise ser un chico más normal, y hasta llegué a escuchar a Extremoduro. Pero después me acordé de que a mí de pequeño me gustaba lo mismo que a mis padres. Y no me quedó más remedio que aceptarlo, igual que tuve que aceptar otras cosas. Salí del armario el día que reconocí que las cintas del coche las había comprado yo. Aún hay quien me dice que me he vuelto un poco hortera, pero siempre he sido así, lo que pasa es que ellos no lo sabían.

Pero hace unos días hice limpieza en el coche y me he deshecho de las cintas. Supongo que sólo ha sido porque ya no funciona el radiocasette.