miércoles, 6 de junio de 2007

El día que me hice asesino

Hacía ya tiempo que no escribía nada nuevo, pero la situación que acabo de vivir necesita ser contada. Por desgracia, y sólo hoy por desgracia, no hay nadie en mi casa. O eso pensaba yo...

Tras otro día de fatigoso trabajo en laempresaquelepaga (a mí también, pero menos) vuelvo a casa con los folletos que me han dejado en el limpiaparabrisas del coche en una mano y el móvil en la otra. Mi madre chilla (mi madre siempre chilla, no es que esté enfadada, es algo natural, los perros ladran, las ranas croan y las madres chillan de toda la vida) y después de cerrar la puerta y pasar la cerradura de seguridad (que en Madrid hay mucho maleante, y come bien, y vete al gimnasio que ya parece que se te esté poniendo cuerpo de hombre: no mamá, lo que pasa es que estoy hecho una foca) cuelgo el teléfono.

Un zumbido extraño me empieza a rondar. Mi móvil nuevo -tenía que decirlo- no es. El zumbido se acerca. Y me roza el oído.

De repente la veo. No es una avispa. No es una abeja. Es la madre de todas las avispas y las abejas transformada en una nueva superespecie más rápida, más inteligente y más letal.

Uno nunca sabe cómo va a reaccionar en los momentos de verdadera tensión, aquellos en los que todos nuestros resortes se accionan y liberan una cantidad de adrenalina que puede convertir al más pacífico en una auténtica máquina de matar. Pero en mi caso la adrenalina sólo consiguió que emitiera el gritito más ridículo e histriónico de toda mi vida.

Corrí hacia mi habitación y cerré la puerta con el corazón en un puño. Los latidos de mi pecho parecían la base de una canción de Chimo Bayo, y mi mirada traspasaba la madera buscando aquella criatura del infierno que se había instalado en mi casa. "No por mucho tiempo, no por mucho tiempo..."

Pensé en volver a hablar con mi madre y pedirle consejo, enseguida me di cuenta de que aquello sólo empeoraría las cosas. Pensé en llamar a mi novio, pero sus mariconadas no me iban a solucionar nada. Desde el balcón vi a mi compañero alemán tomando cañas en el bar de abajo y pensé en gritarle para que corriera en mi ayuda. Pero comprendí que aquello era un asunto entre la avispa y yo. Así que diseñé mi táctica intentando conservar la frialdad.

Necesitaba un arma. La laca del pelo de mi otro compañero era ideal, pero no sabía donde la guardaba. Había un spray anti-cucus debajo del fregadero. Sabía que no era suficiente para matarla, pero sí para aturdirla. Así que me llené de valor, abrí la puerta, atravesé el salón,
llegué a la cocina, cogí el spray y regresé a mi trinchera. Todo en un milisegundo. Aquella situación desarrollaba mi ingenio y mi velocidad.

Llegaba el momento. Respiré. Cerré los ojos y pensé en aquella avispa asesina que un día se echó a dormir en mi zapatilla y me hizo pagar cara la osadía de despertarla con mis bonitos pies. Abrí la puerta.

La ví nada más volver a entrar. Estaba tranquila, encaramada a una cortina. Volví a cerrar los ojos y apreté el botón del spray con toda la rabia con la que se puede apretar el botón de un spray. Empecé a correr y a dar vueltas sobre mí mismo con los ojos cerrados, sin rumbo, sin dirección y sin ninguna gracia. La furia me invadía y convertía cada uno de mis movimientos en espasmos de muerte. Aquella ridícula danza tribal era propia del más enanejado de los indígenas de la última selva del Amazonas. No sé cuanto tiempo pudo durar esa estampa, pero si alguien hubiera entrado en ese momento por la puerta hubiera llamado al cientodoce sin dudarlo.

Abrí los ojos. Había sucumbido a mi ataque. Agonizaba sobre la baldosa. Me dió lástima. Quizá ella nunca quiso ser así, quizá sólo era una víctima. Y yo su verdugo. La rematé con un zapato y la eché al retrete. Tras tirar de la cadena, me embriagó un cúmulo de sensaciones contradictorias. Una mezcla de desahogo y culpabilidad, de alivio y de impotencia. ¿Y si esa nueva superespecie se aliaba contra mí y entraba por la ventana mientras yo dormía, y me mataba a picotazos clamando venganza?

Sé que esta noche no dormiré bien. Ella sí.

2 comentarios:

David dijo...

De verdad, no puedo contigo. Si no fuera por estos momentos que me haces pasar...

Nyman dijo...

Ah que padre blog..y que buen descubrimiento he hecho hoy al dar contigo.

Vaya manera de narrar. Elevas de nivel una simple anécdota y eso no es sencillo.

Que suerte la de tu "compañero" por serlo...

Me daré mis vueltas, aunque veo que sólo en 2007 escribiste.

Saludos desde Cancún Mexico de otro ser atribulado por la existencia.